EL ÁGUILA QUE NUNCA VOLÓ
Un granjero que caminaba por la montaña se encontró un
huevo de águila abandonado en un nido. Lo tomó, lo guardó con cuidado, lo llevó
a su granja y lo colocó debajo de una gallina para que lo empollara, al tiempo
que las otras gallinas hacían lo mismo con sus propios huevos.
Al cabo de unos días salieron todas las crías del
cascarón, incluyendo la del huevo diferente, la cual lo primero que vio al
nacer fue la gallina que le había regalado su calor e inmediatamente se identificaron
como madre e hija.
La polluela creció junto con las demás y, a pesar de
tener un plumaje y unos rasgos diferentes, fue muy bien aceptada y aprendió a
hacer lo mismo que las otras: A cacarear, escarbar la tierra, buscar lombrices y subir a las ramas más bajas
de los árboles, exactamente como todas las gallinas.
Un día, cuando se encontraban en las afueras del
galpón escarbando y comiendo lombrices, vieron en el cielo una hermosa ave. Era
un águila dorada que volaba con destreza y deleite extendiendo sus coloridas
alas. La pequeña águila sintió asombro y admiración al ver aquella ave. Les preguntó
a sus compañeras cómo se llamaba y empezó a soñar cómo sería volar como aquella
águila dorada.
La mamá gallina, que se encontraba cerca, escuchó la
conversación y rápidamente la regañó: -Deja de estar soñando con lo imposible,
aterriza, recuerda quién eres y continúa buscando tus lombrices.
La pequeña águila obedeció atemorizada y continuó
viviendo como otra gallina más del corral; pero de tiempo en tiempo volvía a su
mente la idea de cómo se sentiría ser un águila dorada y volar por los cielos.
Cuento de autor desconocido.
Y tú: ¿Te consideras águila o gallina?
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