UN
REGALO MUY ESPECIAL
Se cuenta que existió un barrio en el cual sus habitantes parecían estar de
malhumor a todo momento, y reinaban la desconfianza y la división entre todos.
Rara vez se sonreían y cada uno vivía como en una burbuja que lo aislaba de los
demás.
No siempre había sido así, pero desde hacía algunos años el ambiente
había cambiado, desde que un par de
familias discutieron y se pelearon. A partir de ese momento, todo siguió empeorando
poco a poco, como una bola de nieve que crecía.
Los abuelos de una de estas familias, quienes eran unas personas
tranquilas y bondadosas, no soportaron más ese ambiente hostil y rencoroso, y
se mudaron a un barrio lejano, buscando recuperar la armonía perdida.
En la distancia recordaban con nostalgia el barrio y los vecinos con
quienes compartieron tantos años. Aferrados a la esperanza de que todo
cambiara, se les ocurrió una idea que llevaron a la práctica: Enviarle como
regalo de navidad a Paulina, la niña menor de la familia adversaria, un oso de
peluche grande y esponjoso.
Cuando la empresa de envíos llevó el regalo, la familia dudó en
entregárselo a Paulina, pues no decía el nombre del remitente. Sin embargo, era
evidente que se trataba de un oso de peluche, pues al estar forrado en papel
regalo la silueta del animal era inconfundible, y se podía sentir su suavidad. Después
de conversarlo en familia, y con la insistencia y aprobación de los abuelos, le
entregaron el regalo a la niña en la noche de navidad, diciéndole que se lo
había enviado el niño Dios.
Cuando la niña lo destapó, sus ojos brillaron de felicidad, lo abrazó
fuertemente contra su pecho y recostó su mejilla en el tierno animal. Durante el
resto de la noche continuó junto a su nuevo compañero, alzándolo, dándole de
comer, cantándole canciones, conversándole y, finalmente, acostándose con él.
Al día siguiente tampoco se despegó de él, estaba feliz con su amiguito.
Tanto así que salió al parque con él. Era tan grande y llamativo que los demás
niños y niñas se acercaron y le pidieron jugar con ella y su oso. Ella estaba muy
llena de amor, así que no dudó en aceptar. Los papás, viendo a sus hijos tan unidos
y divertidos jugando juntos, se acercaron e inevitablemente se enternecieron
con la situación. Empezaron a hacer comentarios acerca del oso y de sus hijos,
y poco a poco se generó una conversación amena, en la cual hablaron de muchos
temas relacionados con sus hijos, sus gustos, sus personalidades, anécdotas,
etc.
Al terminar la tarde, estas familias, que apenas se saludaban
forzadamente, ahora parecían como viejos amigos que se habían reencontrado con
alegría después de una larga ausencia. Acordaron seguir viéndose en el parque
para que sus hijos volvieran a jugar, aprovechando las vacaciones de fin de
año.
Poco a poco, los niños fueron llegando con otros peluches: Primero un
niño llevó un tigre, luego otra un gatico, y continuaron un perro, un mico, un
elefante, una cebra y muchos más. De esta manera, se conformó una manada de
animales de peluche acompañada de sus respectivos amos, todos muy alegres e divertidos.
Paralelamente, el grupo de padres se fue cohesionando más y los vínculos
de amistad resurgieron entre ellos. Fue tal el cambio en su actitud y estado de
ánimo, que incluso las relaciones con los otros vecinos del barrio empezaron a
mejorar, por efecto de una ola de cordialidad y amabilidad que se expandió por
el barrio.
Unos pocos meses más tarde, durante un fin de semana, la pareja de
abuelitos que le envió el regalo a Paulina, estaba regresando en el carro hacia
su casa, después de hacer una visita a unos amigos al otro lado de la ciudad.
Dio la casualidad que debían pasar muy cerca de su antiguo barrio y no
aguantaron las ganas de pasar de nuevo por el lugar en el cual habían vivido
casi toda su existencia.
Anduvieron por varias de sus calles, recordando las personas y algunas
anécdotas vividas. De repente, se toparon con el parque principal y decidieron
estacionarse por un momento. ¡Y qué sorpresa se llevaron cuando vieron a un
grupo muy numeroso de niños jugando juntos! Al enfocar mejor su visión, sus
corazones se expandieron de felicidad al ver a su nieto Nicolás con un perro de
peluche, riendo y jugando con Paulina y su oso de peluche, mientras los padres
de ambos los observaban y conversaban amistosamente desde una banca del parque.
Al presenciar esta escena, hasta hace unos meses inimaginable, se
llenaron de felicidad, sintieron paz en su corazón y mirándose a los ojos se dijeron:
“¡Funcionó, ya podemos regresar!”.
Adaptación de un cuento de autor desconocido.
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