LA
PEQUEÑA ALMA Y EL SOL – Parte 2
¡Cuento
infantil con enseñanzas para todos!
-Bien-
dijo Dios-. Pero hay algo que debes saber.
La pequeña
Alma comenzaba a impacientarse. Parecía que siempre había complicaciones.
-¿De
qué se trata? -suspiró.
-No hay
nadie a quien perdonar.
-¿Nadie?-
la pequeña Alma apenas podía creer lo que estaba oyendo.
-¡Nadie!-
repitió Dios. -Todo cuanto hice es perfecto. No hay una sola alma en toda la
creación que sea menos perfecta que tú. Mira a tu alrededor.
Entonces
la pequeña Alma se dio cuenta de que se había reunido una gran multitud de Almas.
De todo largo y ancho, de todos los rincones del Reino, habían venido Almas,
porque se había corrido la voz de que la pequeña Alma sostenía una
extraordinaria conversación con Dios, y todos querían oír lo que decían.
Viendo
a las incontables Almas reunidas, el Almita tuvo que coincidir: Nadie parecía
ser menos maravillosa que ella misma…
-¿A
quién perdonar entonces?- preguntó Dios.
-¡Oh,
creo que esto será muy aburrido! -gruñó el Almita-. Quería experimentarme como la
que perdona. Quería saber cómo es ser esa parte de lo especial.
Y así,
supo cómo es estar triste.
Pero
entonces un Alma amistosa salió de entre la multitud: -No te preocupes pequeña
-le dijo-. Yo te ayudaré.
-¿De
verdad? -replicó, con el rostro iluminado-. ¿Pero qué puedes hacer?
-Puedo ser
alguien para que lo perdones.
-¿Puedes?
-¡Desde
luego! -respondió el Alma amistosa-. Puedo ir a tu siguiente vida y hacer algo
para que me perdones.
-Pero...
¿Por qué habrías de hacerlo? -preguntó la pequeña Alma-. ¡Tú que eres un Ser de
tanta Luz!... ¿Por qué pensarías en frenar tu vibración hasta que tu Luz se
hiciera oscura y densa?...
-Es muy
fácil -repuso el Alma amistosa-. Lo haría porque te amo.
A la pequeña
Alma le sorprendió la respuesta.
-No te
asombres- le dijo el Alma amistosa-. Tú hiciste lo mismo por mí, ¿no lo
recuerdas? Hemos bailado juntas muchas veces, por eones y eras. Durante todos
los tiempos y en muchos lugares hemos jugado juntas. Simplemente no lo
recuerdas. Ambas hemos sido todas las cosas... Fuimos el Acá y el Allá, lo
Masculino y lo Femenino, lo Bueno y lo Malo. Tú y yo fuimos la víctima y el
villano. Así, nos hemos reunido muchas veces, la una dando a la otra la
oportunidad exacta y perfecta para expresar y experimentar quienes somos realmente.
De ese
modo -añadió el Alma amistosa-, llegaré a tu próxima vida y seré el
"malo". Haré algo ofensivo, y entonces podrás experimentarte como la
que perdona.
-¿Qué
harás?- preguntó la pequeña Alma, un poco nerviosa-. ¿Qué puede ser tan malo
como para que tenga que perdonarte?
-Oh, ya
pensaremos en algo -replicó el Alma amistosa, con un guiño. Segundos después,
pareció tornarse muy seria y murmuró: -Tienes razón en algo.
-¿En
qué? -quiso saber el Almita.
-Tendré
que frenar mi vibración y hacerme muy pesada para hacer ese algo no tan bueno.
Fingiré que soy alguien muy distinto a quien realmente soy. Por eso te pediré
un favor a cambio.
-¡Si,
lo que quieras! -exclamó la pequeña Alma y comenzó a cantar y bailar- ¡Podré
perdonar, podré perdonar!
Pero
notó que el Alma amistosa seguía muy callada. -¿Qué quieres? -le preguntó-.
¿Qué puedo hacer por ti? ¡Te lo mereces pues eres un Alma especial!
-¡Claro
que el Alma amistosa es especial! -interrumpió Dios- ¡Todos lo son! Siempre
recuerda eso, solo envío “Almas especiales”.
Y así,
la pequeña Alma quiso más que nunca satisfacer la petición del Alma amistosa:
-¿Qué puedo hacer por ti? -volvió a preguntar.
-En el
momento que te haga daño -repuso el Alma amistosa-, cuando te haga lo peor que
pudieras imaginarte, en ese mismo instante...
-¿Qué?
-interrumpió la pequeña Alma-. ¿Qué...?
El Alma
amistosa se puso aún más seria y continuó: -Recuerda quien soy realmente-.
Después de una pausa añadió: -¿Me lo prometes?
-¡Si,
así será! -exclamó el Alma Inocente-. ¡Te lo prometo! Siempre te recordaré tal
y como te veo aquí y ahora.
-Muy
bien -repuso el Alma amistosa-, porque pondré tanto empeño en fingir, que
olvidaré quien soy. Y si tú no me recuerdas como soy realmente, no podré yo acordarme
durante mucho tiempo. Y si olvido quien soy, incluso tú olvidarás quien eres, y
las dos estaremos perdidas. Entonces necesitaremos que venga otra Alma para que
nos recuerde a ambas quienes somos.
-¡No,
no será así! -prometió otra vez la pequeña Alma-. ¡Te recordaré! Y te
agradeceré por darme ese don, la oportunidad de experimentarme como quien soy, expresando
el perdón.
Así
acordaron, y la pequeña Alma fue hacia una nueva vida, emocionada por ser esa
parte de lo especial que se llama Perdonar.
Y
esperó ansiosamente poder experimentarse como Perdón y aceptar lo que hiciera
la otra Alma para que eso fuera posible.
En todo
momento de esta vida, cada vez que apareció en escena una nueva Alma, ya fuera
que trajese felicidad o pesar (y especialmente si traía pesar), la pequeña Alma
pensó en lo que Dios le dijo: "¡Siempre recuerda que no envío más que Almas especiales!".
Segunda
y última parte de una adaptación del cuento relatado por Neale Donald Walsch.
Y tú: ¿Estás
dispuesto/a a aceptar internamente lo que otros te hacen y verlo como oportunidades para
perdonar y crecer espiritualmente?
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