¿CUÁL ES
LA MEJOR MUÑECA?
En la
corte de un rey, estaban sentados los ministros, sabios y artistas, en sus
respectivos lugares. El rey y sus subalternos se habían ganado una buena fama por
su sabiduría y astucia. Un día llegó a la corte un honorable visitante. Fue muy
bien recibido y el rey le preguntó: “¡Oh señor! ¿Puedo
saber qué lo trae por acá? Estamos muy contentos con su presencia”.
El
visitante respondió: “¡Oh rey! Su corte tiene muy buena reputación por su
astucia y sabiduría. He traído tres hermosas muñecas y me gustaría que sus
ministros las analizaran y me dijeran cuál es la mejor”.
Todos los presentes las miraron por todas partes y no podían encontrar una manera de saber cuál era la mejor, pues todas se veían muy similares. Entonces el rey
llamó a su ministro de mayor edad y le pidió que examinara las muñecas. Al
mirarlas rápidamente, le pidió al mensajero real que le trajera un alambre
delgado.
El
ministro introdujo el alambre por la oreja derecha de una de las muñecas y
salió por la otra oreja, y la puso a un lado. Tomó otra muñeca y
nuevamente introdujo el alambre por la oreja derecha y salió por la boca. Puso
esta muñeca a un lado también. Tomó la tercera muñeca, insertó el alambre y esta vez no
salió ni por la oreja ni por la boca.
El rey y
los demás cortesanos estaban viendo la escena con mucha expectativa. El
ministro, rindiendo los debidos honores al ilustre visitante, le dijo: “¡Oh
señor! De las tres muñecas, la mejor es la tercera". Hizo una pausa, que captó la atención de todos y prosiguió. "Es la mejor, puesto que todas ellas representan
los tres tipos de escucha. Verán, hay tres tipos de oyentes en el mundo. El primero
escucha todas las palabras, solamente para dejarlas pasar por sus oídos. El
segundo escucha y recuerda bien, sólo para repetir lo que ha escuchado. El
tercero escucha, retiene lo que ha oído y lo atesora en su corazón para ponerlo
en práctica. Estas personas son las mejores escuchas”.
Adaptación
de un cuento relatado por Sathya Sai Baba.
ESPÍRITU Y
EGO
Dos bebés se
encuentran en el útero, confinados en las paredes del seno materno y mantienen
una conversación. Para entendernos, a estos gemelos les llamaremos Ego y
Espíritu.
Espíritu le dice
a Ego:
— Sé que esto va
a resultarte difícil de aceptar, pero yo creo de verdad que hay vida después
del nacimiento.
Ego responde:
—No seas
ridículo. Mira a tu alrededor. Esto es lo único que hay. ¿Por qué siempre
tienes que estar pensando en que hay algo más aparte de esta realidad? Acepta
tu destino en la vida. Olvídate de todas esas tonterías de "vida después del
nacimiento".
Espíritu calla
durante un rato, pero su voz interior no le permite permanecer en silencio
durante más tiempo. —Ego, no te
enfades, pero tengo algo más que decir. También creo que hay una madre.
—¡Una madre!
—exclama Ego con una carcajada— ¿Cómo puedes ser tan absurdo? Nunca has visto
una madre. ¿Por qué no puedes aceptar que esto es lo único que hay? La idea de
una madre es descabellada. Aquí no hay nadie
más que tú y yo, ¿no lo ves?. Esta es tu realidad. Ahora cógete a ese cordón. Vete a tu
rincón y deja de ser tan tonto. ¡Créeme, no hay ninguna madre!
Espíritu deja,
con renuencia, la conversación, pero la inquietud puede con él al cabo de poco
tiempo. —Ego —implora—,
por favor, escucha, no rechaces mi idea. De alguna forma, pienso que esas
constantes presiones que sentimos los dos, esos movimientos que a veces nos
hacen sentir tan incómodos, esa continua recolocación y ese estrechamiento del
entorno que parece producirse a medida que crecemos, nos prepara para un lugar
de luz deslumbrante, que lo experimentaremos pronto.
—Ahora sé que
estas completamente loco —replica Ego—. Lo único que has conocido es la
oscuridad. Nunca has visto luz. ¿Cómo puedes llegar a tener semejante idea?
Esos movimientos y presiones que sientes son tu realidad. Eres un ser
individual y éste es tu viaje. Oscuridad, presiones y una
sensación de estrechamiento a tu alrededor constituyen la totalidad de la vida.
Tendrás que luchar contra eso mientras vivas. Ahora, aférrate a tu cordón y,
por favor, quédate quieto.
Espíritu se
relaja durante un rato, pero al fin no puede contenerse por más tiempo.
—Ego, tengo una
sola cosa más que decir, y luego no volveré a molestarte.
—Adelante —responde
Ego, impaciente.
—Creo que todas
estas presiones y toda esta incomodidad no solo van a llevarnos a una nueva luz, sino que cuando eso suceda vamos a encontrarnos con la madre, cara a
cara, y a conocer un éxtasis que superara todo lo que hemos experimentado hasta
ahora.
—¡Estás realmente
loco! Ahora sí que estoy convencido.
Adaptación
de un cuento relatado por Wayne Dyer.
EL PEZ
BUSCA EL OCÉANO
Había un joven pez bastante curioso que quería saberlo todo. Poco a poco
sus preguntas se fueron enfocando en una sola, sobre algo que lo intrigaba más que todo lo demás.
En una oportunidad se encontró con una tortuga muy vieja y le dijo: “Discúlpeme señora tortuga, desde pequeño he escuchado cosas asombrosas sobre el océano y estoy decidido a encontrarlo. Usted que ha vivido tantos años, ¿me podría indicar dónde se encuentra el océano?”
En una oportunidad se encontró con una tortuga muy vieja y le dijo: “Discúlpeme señora tortuga, desde pequeño he escuchado cosas asombrosas sobre el océano y estoy decidido a encontrarlo. Usted que ha vivido tantos años, ¿me podría indicar dónde se encuentra el océano?”
La tortuga le respondió: “¡Qué pregunta tan loca! ¿Cómo voy a saber dónde
está el océano? Nadie lo sabe, aunque muchos lo han buscado en todas partes. Eso es una historia que se han inventado los
peces porque no están a gusto con el agua donde viven y quieren pensar en algo
muy grande que algún día conocerán”.
El pez continuó su camino, con la seguridad de que encontraría alguien
que le daría la respuesta. Fue así como más adelante se topó con un erizo. Con
mucha cautela se le acercó y le preguntó: “Discúlpeme señor erizo, espero no
molestarlo, sólo quería preguntarle si usted sabe algo acerca de lo que llaman
‘el océano’.”
El erizo se incomodó con esa pregunta tan abstracta y sin sentido, así
que movió bruscamente su cuerpo y le dijo a su visitante que se alejara si no
quería resultar malherido.
El pez salió nadando rápidamente lleno de miedo. Para su fortuna, al poco
tiempo encontró un caballito de mar, a quien le dijo: “Buen día
caballito de mar. Veo que te estás alegre y te diviertes, y por eso creo que eres
el indicado para contestarme la pregunta que tengo”.
“Adelante muchacho, soy todo oídos”, le respondió el caballito de mar.
“¿Tú me podrías indicar dónde está el océano?”
El caballito de mar lo miró extrañado y le contestó: “¿Tú estás loco o
qué? ¿Para qué te pones a pensar en esas cosas? Tenemos muchas cosas ricas para
comer y corrientes divertidas donde nadar. Deja de pensar en eso y disfruta la vida.
¡Estimula tus sentidos!”
El joven pez quedó desconcertado, le agradeció el consejo y continuó su
camino hasta que encontró un sigiloso tiburón. Se le aproximó con cautela y le
hizo su pregunta.
El tiburón que andaba siempre preocupado y tenso, se puso nervioso con la
pregunta de este visitante. Hizo un movimiento brusco, abrió sus mandíbulas en
forma amenazante y espantó al pez en cuestión de segundos.
Más adelante, el joven pez encontró un cangrejo y le hizo la misma
pregunta. Pero como respuesta recibió su indiferencia, pues el cangrejo lo
ignoró y lo dejó solo, retirándose hacia su guarida.
Sintiéndose cada vez más incomprendido, diferente a los demás y con
tristeza en su corazón, el joven pez continuó nadando por el océano sin un rumbo claro. Al cabo de unos días, se topó por casualidad con un grupo de delfines que saltaban y jugaban
con mucho entusiasmo y nadaban con fluidez. El joven pez se quedó mirándolos,
sintiendo que poco a poco se contagiaba de su alegría. Después de un tiempo
recordó su pregunta y pensó que nada perdería con hacérsela a ellos. Así que se
acercó a la que parecía la mayor de todos los delfines y le dijo: “¡Buen día
señora delfín! Los estaba observando y sentí el impulso de acercarme a ustedes, pensando en que quizás me puedan ayudar. Es que hace un tiempo busco la respuesta a una pregunta que nadie me ha respondido hasta el momento". La delfín le contestó: "Hola muchacho, claro que me gustaría poder ayudarte. Cuéntame cuál es tu pregunta".
"Gracias señora, he escuchado a muchas personas hablar del 'océano', pero por más que lo he buscado, no lo he encontrado. ¿Usted me podría decir dónde está?"
"Gracias señora, he escuchado a muchas personas hablar del 'océano', pero por más que lo he buscado, no lo he encontrado. ¿Usted me podría decir dónde está?"
La delfín se quedó mirándolo con el cariño propio de una madre amorosa.
Guardó silencio por unos momentos, que parecieron una eternidad para el joven
pez, y con una sonrisa en su rostro le respondió: “Querido pez, ¡qué pregunta
la que me haces! La respuesta es más sencilla de lo que has creído. La
verdad es que el océano está delante de ti y también detrás tuyo, a tus lados, arriba
y debajo de ti. Siempre has estado nadando en él. Nunca has estado ni podrás estar fuera de él. Pero para comprender esto, debes abrir tu corazón y tu mente, ¡y así podrás darte cuenta de él!”
Adaptación de un cuento de autor
desconocido.
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