APRENDIENDO DE LOS MAYORES
Érase una vez un joven llamado Aurangzeb, cuyo trabajo era viajar de
ciudad en ciudad, vendiendo sombreros.
Cierta tarde de verano, Aurangzeb atravesaba una extensa y monótona
planicie cuando se sintió cansado y decidió echar un sueñecito. Encontró un
árbol, colocó la bolsa con sombreros a su lado, se acostó a la sombra
refrescante del follaje y se durmió.
Al despertar, descubrió que todos los sombreros habían desaparecido.
“¡Oh, no!” se dijo a sí mismo, “con tanta gente rica por ahí, ¿por qué los
ladrones han ido a robar a un hombre una mercadería de tan poco valor?”.
Al mirar hacia arriba, sin embargo, vio que el árbol estaba repleto de
monos usando sus sombreros.
Aurangzeb les gritó, irritado, y ellos le devolvieron el grito.
Aurangzeb hizo gestos agresivos con las manos, y los monos le imitaron.
Saltó para ver si conseguía capturar a alguno de ellos, pero los monos también
saltaron. Empezó a tirar piedras en dirección al árbol y recibió de vuelta una
lluvia de frutos que los monos le arrojaron.
“¡Qué fastidio, nunca voy a conseguir recuperar mi mercadería!”, gritó.
Irritado, tiró su propio sombrero al suelo y, ante su gran sorpresa, todos los
monos hicieron lo mismo. Rápidamente, Aurangzeb recogió todo y siguió su
camino.
Al llegar a la ciudad más próxima, contó la historia de lo sucedido y
“Aurangzeb engaña a los monos” se convirtió en una leyenda muy conocida en la
región, pasando de padres a hijos.
Cincuenta años más tarde, el joven Habib, nieto del famoso vendedor de
sombreros Aurangzeb, aún trabajaba en el negocio de la familia. Acostumbraba a
seguir los pasos de su abuelo, y aún recorría las mismas ciudades.
Cierta tarde, después de una larga caminata, se sintió cansado, encontró
la sombra de un hermoso árbol, colocó el saco de sombreros a su lado y se
acostó para dormir.
Cuando despertó, horas después, descubrió que su mercadería había
desaparecido. Blasfemó un poco pero, al mirar hacia arriba, vio un grupo de
monos usando los sombreros. Por algunos instantes se sintió frustrado, pero
pronto recordó la historia de Aurangzeb.
“Voy a irritar un poco a estos monos estúpidos”, pensó.
Habib silbó a los monos y estos silbaron de vuelta. Agitó las manos, se
estiró las orejas, bailó, y los animales repitieron cada uno de sus gestos. Se
sonó la nariz y escuchó el ruido de varias narices sonándose.
Viendo que todo funcionaba perfectamente, tiró su sombrero al suelo,
esperando que todos hicieran lo mismo.
Un mono bajó del árbol, cogió el sombrero que él había arrojado al
suelo, caminó hasta Habib, golpeó su hombro y le dijo: “¿Te crees que eres el
único que consiguió aprender algo de los mayores?”.
Adaptación
de un cuento de Paulo Coelho
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