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miércoles, 6 de marzo de 2019

Cuento: Las cosas no son siempre lo que parecen

LAS COSAS NO SON SIEMPRE LO QUE PARECEN

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Dos practicantes espirituales avanzados estaban de viaje. La primera noche llegaron a una gran ciudad y decidieron solicitar hospedaje en una hermosa casa, sabiendo que seguramente allí tendrían espacio suficiente para poder acomodarlos.

Los esposos dueños de casa se sintieron incómodos con la solicitud, les indicaron que esperaran un momento y se fueron al interior a discutirlo rápidamente entre ellos. Ninguno de los dos quería aceptarlos realmente, pero se sentían “obligados” por su religión y pensaron que si los rechazaban seguramente recibirían consecuencias negativas más adelante. Por lo tanto, regresaron a la puerta y los hicieron pasar. No quisieron permitirles que se quedaran en la habitación de huéspedes y, en vez de eso, los condujeron al sótano, donde tenían unos muebles viejos arrumados. Les dieron la indicación a los sirvientes que hicieran espacio y les dieran dos colchonetas.

Los visitantes percibieron la actitud mezquina de los dueños de la casa, pero decidieron no reaccionar ante ella. A medida que los practicantes preparaban sus colchonetas, el más viejo vio un pequeño hueco en el piso, y se dedicó a taparlo y repararlo con esmero. Cuando el más joven le preguntó por qué dedicaba tanto tiempo y  esfuerzo para hacer ese trabajo, teniendo en cuenta la mala actitud de los dueños, el más viejo le respondió: "Las cosas no siempre son lo que parecen."

Al día siguiente continuaron su camino y esa noche llegaron a un pequeño pueblo. Allí solicitaron hospedaje en una casa muy sencilla. La humilde pareja de esposos tenía pocos recursos económicos, pero era muy amable y bondadosa. Los recibieron con amabilidad y les ofrecieron algo de comer, compartiendo lo poco que tenían para la cena. Luego los alojaron en la habitación de sus dos hijos pequeños, quienes esa noche durmieron en la cama con sus padres.

Durante la noche, los practicantes espirituales escucharon un ruido afuera de la casa. El mayor se asomó por la ventana y vio que un hombre se acercaba sigilosamente. El más viejo salió al encuentro de este hombre y después de varios minutos de conversar con él, éste se retiró y el practicante regresó a la habitación. El más joven vio que su compañero le había entregado la vaca de la familia, justo antes de que se fuera. Así que con molestia le increpó: “¿Cómo fuiste a darle la vaca de la familia a ese señor? ¿Ahora de dónde van a sacar la leche para alimentar a sus pequeños? Y peor aún, a la familia mezquina de anoche le ayudaste arreglando el hueco en el piso de ese sótano, y a esta familia que tan pobre pero tan generosa le has única vaca que tenía. ¿Cómo pudiste hacer eso?”

El mayor respiró profundamente y volvió a responderle de la misma manera: "Las cosas no siempre son lo que parecen".

El menor, aún enfurecido, le replicó: “Pues vas a tener que explicarme cómo son las cosas, porque nada de lo que has hecho tiene ninguna lógica”.

“Está bien, te explicaré”, respondió el mayor con calma. “Cuando estábamos en aquella habitación de la mansión, noté que había monedas de plata bajo el piso. Debido a que los propietarios están dominados por la avaricia y no están dispuestos a compartir su buena fortuna, yo sellé el hueco, para que no vieran lo que había allí. Y esta noche, cuando salí al encuentro del hombre, vi que estaba cegado por la furia y traía un arma. Me dijo que esta familia no le había pagado la deuda que tenía con él desde hace varios años, así que venía a tomar venganza y secuestrar a los pequeños para exigirles a los padres que le pagaran el dinero. Viendo las intenciones de este hombre, logré convencerlo de que no lograría nada secuestrando a los niños ya que de todas maneras los padres no tenían como darle dinero; y que le iría mucho mejor si, para saldar la deuda, tomaba la vaca como forma de pago. De esta manera ellos perdieron la vaca, pero se salvaron de poner en riesgo a sus hijos y se liberaron de la amenaza de un hombre desquiciado”. 

Para concluir le aconsejó: “Por eso te repito con frecuencia: Las cosas no son siempre lo que parecen. Rara vez sabes el por qué y el para qué de una situación en el momento en que sucede. Recuerda que lo que aparenta ser un problema, normalmente tiene una bendición por descubrir”.

Adaptación de un cuento de autor desconocido.
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